Madrid, 2 de noviembre de 2022
La situación de incertidumbre económica que envuelve Europa desde los últimos meses ha provocado que poner la calefacción sea un recurso tan necesario como costoso. Con el invierno a la vuelta de la esquina, el precio del gas ha aumentado en más de un 800% si se compara cuando terminó el último invierno, en marzo de 2021, según datos de Selectra. Teniendo en cuenta, además, que el 47% del consumo de un hogar se invierte en calefacción y que de media en un hogar se pagan unos 990 euros en estas facturas, como informa IDAE (Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía), el aumento de gasto por parte de los usuarios en esta partida parece inminente.
No obstante, hay que tener en cuenta que el precio final que pagará el cliente depende de muchos factores como el tipo y ubicación de la vivienda y, sobre todo, el modelo de calefacción utilizado. De hecho, esta es una de las variables más determinantes a la hora de pagar la factura, por lo que desde UCI (Unión de Créditos Inmobiliarios) han elaborado una guía con las ventajas e inconvenientes de los tres principales modelos de calefacción existentes en España, así como las fórmulas para ahorrar en cualquiera de ellos:
1. Calefacción de gas: la más utilizada en España (más de un 35% de los hogares, según el INE), especialmente en familias. Tiene la ventaja de ser un suministro muy seguro y práctico, pero requiere de disponibilidad de acceso a gas natural en todo momento. La instalación de gas natural tiene un precio medio, siendo más cara que la calefacción eléctrica, aunque también es más rentable porque tiene un consumo menor. El precio depende normalmente del tipo de caldera y de la elección entre radiadores o suelo radiante. Es cierto, asimismo, que es difícil predecir el precio del gas desde hace meses, pues es una variable que depende en gran medida de la evolución de la guerra entre Ucrania y Rusia, siendo este país el mayor exportador de gas de Europa.
Para ahorrar con este tipo de calefacción, lo más útil es considerar la instalación, en caso de que no se disponga, de una caldera de condensación. Cuentan con un sistema de recuperación de la energía que se encuentra en la condensación de los humos generados en la combustión, lo que supone un ahorro de gas de un 30% respecto a modelos con tecnologías anteriores.
2. Bombas de calor: existen, principalmente, dos modelos; aerotermia, cuyo funcionamiento se basa en la extracción del calor del aire mediante un refrigerante que se convierte en gas en la bomba de calor, o geotermia, que lo hace desde el calor de la tierra. Ambas instalaciones suponen una inversión inicial más alta en comparación con el gas (más de 15.000 euros en ambos casos), aunque a largo plazo son más rentables ya que consumen mucho menos. Además, se necesita un espacio suficiente para instalar la bomba de calor. Pese a las complejidades iniciales, la tendencia a decidirse por estos tipos de modelos es creciente y, según datos de IDAE, ya hay más de cuatro millones de bombas de calor instaladas en España.
Para tratar de ahorrar en la factura final con este tipo de calefacción, es importante mantener la bomba de calor siempre encendida. La energía que consumen los encendidos y apagados no compensan el tiempo que esté apagada, aunque si conviene reducir la temperatura cuando no sea necesario.
3. Calefacción eléctrica: es la más barata de instalar, pero la menos eficiente en su uso. Conviene emplearla, por ejemplo, en segundas residencias para el verano o zonas en las que el uso de la calefacción no suponga un gasto elevado. Su funcionamiento se basa en circuitos eléctricos en los que se colocan resistencias que se calientan al paso de la electricidad, convirtiendo esa energía eléctrica en calor. La electricidad es la fuente de energía más cara de producir, por lo que, evidentemente, también lo es de utilizar. Calentar una vivienda con este tipo de sistemas requiere una carga eléctrica importante y supone un gasto más elevado que otros métodos. En este sentido, para ahorrar con calefacción eléctrica es importante saber que el precio de la energía es distinto según la hora del día, por lo que hay que aprovechar las franjas horarias más baratas.
En cualquier caso, existen formas casi universales de ahorrar a la hora de calentar una casa, independientemente del tipo de calefacción que se use. Por ello, UCI, ha elaborado una guía de consejos al alcance de todos para reducir las facturas de la calefacción:
1. Purgar los radiadores de aire. Conviene hacerlo, al menos, una vez al año, cada vez que comienza el invierno. Sucede con frecuencia que los radiadores acumulan burbujas de aire que impiden que el calor llegue hasta el final, por lo que no hacerlo supondría desaprovechar energía y desperdiciar dinero.
2. Revestir la casa. Las alfombras, cortinas y persianas actúan como una capa más, capaz de aislar el frío del exterior y mantener el calor del interior de la vivienda. También es útil colocar pequeñas piezas, por ejemplo, de cinta aislante, en las rendijas de las ventanas y puertas, donde se escapa el calor.
3. No cubrir los radiadores. Estos dispositivos pierden gran parte de su potencial cuando hay un objeto por encima que los cubre. Tampoco es recomendable ocultarlos detrás de muebles aparatosos o utilizarlos para secar ropa húmeda, ya que supondría un gasto innecesario de energía.
4. Apagar siempre la calefacción en las habitaciones vacías. Es imprescindible tenerla encendida solo cuando se vaya a usar. En las habitaciones que estén o vayan a estar vacías durante un periodo de tiempo largo, conviene apagar la calefacción y cerrar la puerta. Sin embargo, en algunos sistemas, como los centrales, normalmente no se puede elegir qué radiadores se encienden.
5. Por la noche, bajar la temperatura. El calor que retiene el cuerpo humano durante todo el día es suficiente para, por la noche, reducir el consumo de calefacción. El cuerpo necesita menos calor durante las horas de sueño y mantener la calefacción encendida durante tanto tiempo supone un gasto tan notable como innecesario.
6. Aprovechar para abrir las ventanas lo más temprano posible, cuando el calor interno de la vivienda sea el mínimo. Habiendo apagado la calefacción por la noche o, por lo menos, reduciendo su temperatura, al abrir las ventanas no se desperdiciará la energía consumida, ya que la temperatura será más parecida al exterior y luego costará lo mismo volver a calentar el interior.
7. Programar la calefacción para que se encienda solo a las horas en las que sea necesario. Es importante, también, adaptar la calefacción a los horarios de cada uno de los habitantes de la casa. Si no se va a estar presente en el hogar, conviene mantenerla apagada para evitar derroches innecesarios. Por eso, la mayoría de los sistemas permiten programarla de manera automática para encenderse solo en las horas en las que vaya a necesitarse.
8. Mantener la casa en temperatura constante, alrededor de los 21 grados por el día y, por la noche, 17. Los expertos sanitarios consideran que esa es la temperatura idónea para gozar a partes igual de confort y ahorro. Y es que por cada grado que aumente la temperatura, el precio lo podría hacer hasta en un 7%.
9. Adaptarse a una caldera de bajo consumo. Sin necesidad de hacer grandes inversiones en instalar sistemas eficientes, la diferencia de precios entre una caldera de alto o de bajo consumo es realmente notable. Una vivienda media no necesita grandes calderas, sino que con una de bajo consumo tiene más de suficiente.
10. Revisar el estado de la caldera con frecuencia. Una caldera en malas condiciones puede suponer un peligro para la salud y un aumento considerable del precio. Los expertos recomiendan hacerlo, por lo menos, una vez al año, antes de comenzar el invierno.